jueves, 18 de junio de 2009

Ayudar a un amigo

Ayudar a alguien que necesita una mano no es siempre fácil.

Frente al obstáculo aparecen tres alternativas:

  • Empujar al amigo hacia arriba, o
  • Reducir el tamaño del obstáculo, o por último
  • Dejar al amigo a sus propias fuerzas.

En el primer caso se actúa sobre la persona, en el segundo se actúa sobre el obstáculo. En el tercero no se actúa.

Actuar sobre la persona es lo más directo y, a menudo, lo más eficaz para superar el obstáculo. Sin embargo, también significa, en cierto modo, dirigir a la persona en una dirección. Aunque uno pueda ver muy claro el modo de superar un obstáculo, tal vez haya otros modos igual de eficaces.

Actuar sobre el obstáculo es más sutil, más indirecto y menos "personal". Deja más libertad a la persona para escoger su propio camino. También es más elaborado, porque no siempre está claro cuál es el obstáculo verdadero: a veces uno puede poner obstáculos en lugar de quitarlos.

En ocasiones, sin embargo, lo más apropiado es dejar que la persona busque por si misma una respuesta, de modo que no tenga que recurrir a otros en cada dificultad que se encuentre. Pero esta respuesta también se da por temor, para no sumar problemas a los problemas, o para no verse implicado en los problemas de otro. Esto ocurre con más frecuencia en amistades poco comprometidas.


Decididamente, ayudar a un amigo no es fácil. Es preciso aprender a escuchar, atender al amigo, entender qué es lo que realmente necesita, y sacar lo mejor de uno mismo para ofrecerlo. Pero de nada vale toda esta teoría si no se pone en práctica: a ayudar se aprende ayudando.

Lo que nos lleva a una interesante conclusión: cuando estoy ayudando a mi amigo, al mismo tiempo mi amigo me está ayudando a mi, ya que me está dando la ocasión de ayudar a alguien y a aprender a ayudar.

Toda ayuda verdadera es recíproca, y es así porque tanto el que la recibe como el que la ofrece crecen como personas.

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