miércoles, 12 de noviembre de 2008

Los otros

Sentado, la espalda contra la pared del vagón. Luz blanquecina, indirecta, que ilumina rostros inexpresivos balanceándose levemente al compás del traqueteo. Trac trac. Trac trac.

Enfrente otro pasajero, igual que yo. Detrás, la ventanilla y la oscuridad del túnel, envolviendo y enclaustrando esta diminuta burbuja que desplaza a gran velocidad bajo tierra. No hay otro sitio a donde mirar.

No le miro a los ojos. Los adivino apagados, estáticos. En reposo mientras el reloj interno cuenta el tiempo que resta para llegar a destino. Mirando sin mirar. Como los míos, probablemente.

Trac trac. Trac trac.

No puedo mirarle a los ojos. No está permitido. Sería una inaceptable invasión de privacidad. He de mantenerme neutro, fingiendo que no ocurre nada, que todo está bien. No somos amigos, tan sólo compañeros forzosos de viaje esperando que acabe el trayecto y nos separemos, tal vez para siempre; o tal vez mañana volvamos a fingir que no nos conocemos mientras esperamos a que acabe el trayecto. Y de todos modos, ¿de qué serviría?

Tampoco puedo mirar a otro lado. Eso sería interpretado como muestra de desprecio, como si no soportara la visión de su rostro. Tampoco está permitido. Así que miro sin mirar, y mi mirada se retrae y me sumerjo en el interior de mi propia burbuja.

Trac trac. Trac trac.

El vaivén se une al tedio de la espera, y voy cayendo en un aletargamiento suave. Mi mente adormecida rellena el vacío con imágenes de su propia cosecha. Imágenes sorprendentes, de un azul luminoso, en las que domina una gran esfera amarilla de cálidos rayos que tocan mi frente y mi pecho, elevándome sobre el suelo como si estuviera en un entorno de gravedad cero. Abro los ojos aunque ya estaban abiertos y un paisaje se abre ante mi, y todo aparece brillante y nuevo y como recién hecho.

Recostado contra el árbol, observo con curiosidad una flor, apenas unida a su rama por un delgado tallo verde translúcido. De entre las hojas esmeralda emergen suaves pétalos en explosión multicolor y una gota de agua, amodorrada, se desliza lentamente por ellos, condensando en su reflejo el paisaje circundante. Y entre la amalgama de colores, de formas, de luces, no deja de asombrarme que un espacio tan grande pueda, de todos modos, condensarse en algo tan pequeño.

No se de dónde provienen esas imágenes, pues no recuerdo haberlas visto nunca. Tal vez provengan de una programación anterior. Tal vez necesite ayuda de un especialista. Últimamente me hago demasiadas preguntas.

El túnel se abre y el convoy sale al exterior. La luz gris azulada del planeta Tierra apenas da para descubrir el paisaje lunar, duro y agreste de la mina.

La velocidad se reduce hasta cero. Se abren las puertas y salimos al exterior. Mis articulaciones inferiores se resienten del vacío lunar y tomo nota mental para ir a Mantenimiento. Probablemente necesite grasa nueva.

Hubo un tiempo, dicen, en el que los robots no eramos los únicos habitantes de este lugar. Había otros. Humanidad, los llamaban. Seres de carne y hueso, capaces de sentir y de crear y de asombrarse y de mirar a los ojos.

Me pregunto qué habrá sido de ellos.

martes, 11 de noviembre de 2008

Dreaming...

A veces, sueño.

Sueño y te siento a mi lado, compañera de sueños. Sueño que te miro a los ojos, que me pierdo en ellos... claros como cristal, límpidos como gotas de lluvia resbalando de una larguísima hoja verde, esos ojos me hablan de ti y también me hablan de mi mismo.

Me miras y te miro. Una breve mirada, un pequeño instante y la luz interior aparece, la conexión se muestra, la chispa se enciende. Un tiempo minúsculo y nada más que decir, porque ya está todo dicho.

El cálido sol en el rostro atempera la lluvia fresca y, tomados de la mano, continuamos caminando... la gran montaña nos espera.

Luego, despierto.

Y del mismo modo que los sueños se tornan inasibles cuando la luz del día impone su ley, así ese anhelo se difumina entre la niebla de mi memoria.

Y yo me quedo preguntándome si tal vez mi corazón me haya vuelto a jugar una mala pasada, haciéndome creer en imposibles.

Te quiero.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Back on track

Hora va siendo de que vuelva a estas líneas, que largo tiempo hace que tenía abandonadas.
El otoño, más propicio para escribir, más propicio para reflexionar .... el otoño me trae de vuelta.

Cambio de look en el blog y cambio de contenidos también: medio año no pasa en balde.

Nos vemos ... en las historias.

viernes, 25 de abril de 2008

Dedicado... a ti


Me dice la mar:
Tranquilo, no estás solo.
Tibios rugidos apaciguan, serenan mi mente.
Su energía contrae mi cuerpo,
y de a poco nos separamos.
La dejo en su diálogo, que me hable.
Yo, aburro su agua con mis tonterías;
ella, no me riñe, no me exige, no me odia,
tan sólo pide que la siga amando.

Jose Padilla
La Mar
Souvenir (1998)


viernes, 15 de febrero de 2008

Epitafio

Epitafio encontrado en una de las tumbas del cementerio de la Almudena:

Aquí descansa Juan Antonio Cruz

En su juventud gastó salud para conseguir dinero,
en su senectud gastó dinero para conseguir salud,
y ahora descansa en este ataúd,
pues perdió el dinero y perdió la salud.

viernes, 25 de enero de 2008

Aprender a amar

Me enviaron recientemente uno de esos emails en cadena que tanto me gustan (léase con tono irónico).

Para mi sorpresa, aunque estaba presentado en forma de "diapositivas" y como consignas, el contenido estaba bastante interesante; lo suficiente como para decidirme a transcribirlo aquí (modificando, eso sí, el formato en que me llegó).

El texto original, según la propia presentación, fue extraído del libro Extrañando a Dina, de Mario Alonso Madrigal.

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En el amor, como en cualquier otra cosa de la vida, existen los tropiezos, las caídas y los dolores, y el miedo solamente dificulta más las cosas. Por ello no se debe rogar amor: una relación de pareja no es para vivir angustiado. Enamorarse no es obsesionarse ni irse a los extremos.

Es bueno ser como soy, siempre y cuando eso no implique dejar de respetar a quien esté conmigo.

Los planes pueden desaparecer en un instante, porque el futuro se mueve a su aire, no a mi conveniencia. Si puedo hacer algunas cosas en él, debería estar agradecido y no lamentándome por lo que no pude hacer.

Alrededor del amor se han creado muchas mentiras. Por eso debería dejar de volverle la cara a la verdad sólo para seguir en una falsa comodidad o por miedo al dolor. Si la vida me demuestra que aquello en donde puse mi corazón es una farsa, debo aceptarlo; llorando, desahogándome y renaciendo como una nueva persona.

También el amor propio es importante en una relación, porque...
  • quien no se ama a si mismo, difícilmente amará a otro.
  • la partida de quien quiero no me hará sentir despreciado, humillado o rechazado.
  • no seré tan sensible al abandono.
  • no terminaré creyendo que me dejaron por feo o por tonto, y podré aceptar que simplemente funcionó durante el tiempo necesario.
  • así no me arrastraré como alfombra a los pies de nadie.
Agradar a alguien hoy no garantiza agradarle mañana. Y eso no tiene por qué ofenderme si acepto que a veces las personas no pueden dar más; que quien esté conmigo tiene derecho a no estarlo, y a que yo ya no le guste; que quien amo, tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque a mí no me satisfagan.

A menudo, las cosas se consiguen esperando, y se arruinan presionando. Por eso es necesario tener paciencia, esperar tranquilamente y tener en cuenta:
  • Que la impaciencia es producto de un impulso emocional, que tal vez pronto pasará.
  • Que la impaciencia asfixia a quien está conmigo.
  • Que la presión se puede convertir en falta de respeto.
Tomar una decisión mientras estoy impaciente es peligroso, porque estoy influido por un estado emocional extremo y pierdo toda objetividad, ahí no va mi verdad, sino mi impulso, mi compulsión, y podría hacer algo de lo que me arrepienta. Si soy paciente, además, la espera no será sufriente.

El amor no es, ni justifica, ser posesivo. Que alguien se marche no es perder una pertenencia que me gustaba mucho. Mi pareja no es mía, es prestada, y su dueño tiene derecho a llevársela cuando desee. Y aunque ser dueño de alguien brinde más seguridad que tenerlo prestado, es preciso entender que eso es una ilusión. Aunque la crea mía, no lo es, por lo tanto...
  • No puedo decidir sobre la vida de quien esté conmigo.
  • No puedo esperar que actúe sólo de acuerdo a mis deseos.
  • No debo controlar, manipular, adueñarme, ni decidir su destino.
  • No debo reclamarle a la vida por hacerme devolverle lo que me prestó.

martes, 8 de enero de 2008

Amanecer


No es brusca, ni repentina,
sino gradual y creciente
la llegada de la luz de un nuevo día.
No hay línea divisoria, sino una transición
leve, inasible y al tiempo esperanzadora.
Las nubes y el mar, la atmósfera y más allá la infinita profundidad,
se unen con los seres humanos
en el nacimiento de un nuevo amanecer sobre la Tierra.