jueves, 14 de agosto de 2014

El artículo 135

Existen dos deudas diferentes. Por un lado está la deuda pública: el Estado pide dinero prestado para hacer frente a sus gastos, a cuenta de lo que ingresará a través de los impuestos. Por otro lado está la deuda privada, de la que es caso particular la deuda financiera: los bancos piden dinero prestado, bien para volverlo a prestar o para especular con él.

En teoría, el Estado es responsable de la deuda pública y cada deudor es responsable de su deuda privada. En teoría.

Cuando estalló la burbuja inmobiliaria, los bancos españoles comenzaron a tener problemas serios. Habían invertido mucho dinero en financiar la construcción de nuevas viviendas, pero a medida que el mercado se venía abajo iba quedando claro que no se iban a vender. Quebraron constructoras e inmobiliarias y los bancos se quedaron con casas que no se vendían, algunas a medio construir, muchas de ellas sobrevaluadas en un mercado a la baja.

Los bancos españoles se encontraron debiendo más de 200.000 millones a los bancos alemanes, y sin garantías de que pudieran devolverlo. Entonces, el gobierno español, instruido por el alemán, hizo dos cosas:
  • Pedir un préstamo de 200.000 millones al Banco Central Europeo, con el Estado como garante, que se entregó directamente a los bancos afectados, para que éstos a su vez los empleasen en pagar sus deudas.
  • Reformar la Constitución (el famoso artículo 135) de modo que la devolución de ese préstamo y sus intereses fuera prioritario por encima de cualquier otro gasto.
De este modo, lo que comenzó siendo una deuda privada (de los bancos) se convirtió en deuda pública (del Estado). Y la reforma de la Constitución se hizo para asegurar el pago de esa deuda.

El discurso de PP y PSOE se centró en la idea de que, de no haber reformado la Constitución, el Estado habría tenido problemas para financiarse, ya que nadie se fiaría de prestar un dinero a un Estado sin garantías de devolución. Ahora bien, la deuda en realidad era de los bancos, no del Estado. En realidad el Estado adquirió la deuda en el mismo momento en que se reformaba la Constitución.

¿Qué hubiera ocurrido si no se hubiera reformado la Constitución? Probablemente no habría cambiado nada. El BCE estaba demasiado interesado en prestar el dinero ya que, en definitiva, se trataba de que los bancos alemanes se asegurasen el cobro de las deudas de los bancos españoles. Todo lo que el BCE quería era asegurarse el cobro de la deuda incluso si cambiaba el gobierno o quebraban los bancos españoles.

¿Y qué ha pasado gracias a haberlo reformado? Pues que el Estado debe 200.000 millones más (un 25% de la deuda pública), y que el Estado tiene ahora unos problemas financieros que antes no tenía. ¿Nos financia el BCE gracias a esa reforma? pues no. Seguimos financiándonos en el mercado financiero a un interés mucho más alto.

Y lo que es peor: los bancos no han empleado esos 200.000 millones en pagar la deuda, sino que los han vuelto a invertir en mercados especulativos, como los mercados de divisas, el petróleo o el agronegocio. Dentro de pocos años, la maniobra se repetirá.

lunes, 4 de agosto de 2014

Cuentos de hadas

Titania, Queen of the Fairies
A veces ocurre que uno piensa el arte como una manifestación de lo que se ve, de lo que rodea al artista, de la sociedad en la que participa. Algunas obras, sin embargo, reflejan con claridad meridiana que son un producto, una reelaboración proveniente del interior del artista que ha sido capaz de rebuscar dentro de sí un tema que forma parte de un trasfondo compartido.

Pocas veces puede verse este trasfondo de modo manifiesto, bien porque resulta tan cercano que aún no se lo reconoce como tal, o bien porque resulta ya tan lejano que no es posible ubicarlo en el nivel de profundidad que corresponde al mensaje. En ambos casos es común dirigir la atención al aspecto técnico o estético, o bien se considera empleando los parámetros del momento del espectador.

En esta obra, del ilustrador Arthur Rackham, realizada en 1908 para ilustrar El Sueño de una Noche de Verano, se plasma con mucha fuerza esta imagen interna que el artista proyecta en forma de mensaje. No abundaré en detalles técnicos (en lo que no soy experto) pero sí destaco la impresión de movimiento, la dirección de la mirada de la protagonista, el grupo de personajes que la siguen en relativo desorden: estos elementos sugieren estar en presencia de un espíritu libre, fuerte y decidido, seguido principalmente por su carisma manifestado con sencillez.

La ilustración contraste notablemente con la que ya era habitual en el momento de producción: al término de la época victoriana, las hadas eran invariablemente representadas como seres de pequeño tamaño, provistos de alas y varita mágica, y que dejan un rastro de polvo mágico tras ellas. Esta sigue siendo la representación predominante hoy día, en especial en los países anglosajones.

¿Por qué eligió Rackham esta forma de representar a la Reina de las Hadas? Una breve investigación hace sospechar que el personaje de Titania de la obra de Shakespeare estuvo muy influido por el poema de Edmun Spencer, The Faerie Queen, del que se dice que constituye una alegoría de la reina Elisabeth I. No es descabellado pensar que Rackham hizo un retrato de la idea que él tenia, a finales del XIX, de las cualidades de aquella reina: fuerza, independencia, carisma. Y al mismo tiempo, los elementos empleados para mostrar estas cualidades (el pelo suelto y agitado, el vestido largo y vaporoso, la posición adelantada y ligeramente de espaldas) son propios del momento de producción y no del momento representado. Estos detalles dan la clave de cómo el artista emplea los símbolos a su alcance para componer un mensaje, una imagen, una representación interna que pueda conectar con otros modos de representar.

Cien años después de su producción, la ilustración sigue evocando un paisaje especial, feérico, propio de aquellos cuentos de hadas enraizados en el mito y la leyenda tan ricos en simbología. Un gran regalo para observar, con la perspectiva de cien años de historia, los mitos y las leyendas que siguen operando como difusos deseos inalcanzables en nuestro mundo de hoy.