jueves, 31 de marzo de 2011

En blanco

La hoja de papel continuaba en blanco, desafiante, pero ella no sabía qué hacer, no sabía qué escribir.

Pensaba y pensaba pero ninguna idea le gustaba.

Y pensando y pensando, la niña se durmió. Y mientras dormía, soñó.

Y en su sueño se vio a si misma, caminando por la pradera verde de hierbas altas y flores pequeñitas y amarillas. Y en medio de la pradera distinguió una figura blanca y se acercó a ella.

Y cuando se acercaba vio que era un hermosísimo caballo blanco alado, resplandeciente bajo el sol, y sobrecogida supo que era lo más bonito que había visto en su vida. Y se acercó despacio, temerosa, porque el caballo estaba tumbado y parecía estar demasiado quieto.

Pero cuando llegó hasta su lado, el caballo giró la cabeza y la saludó amablemente, con una sonrisa de reconocimiento.

- Buenos días, querida niña-, dijo él.

- Buenos días, caballo. ¿Te conozco de algo? Me resultas familiar.

- Hubo un tiempo en que jugábamos mucho juntos. Te subías sobre mi lomo y cabalgábamos por la pradera, sobrevolábamos las colinas sintiendo el viento contra el rostro... y yo hacía cabriolas para ti, mientras tu risa de cascabel llenaba mis oídos. Pero de eso hace mucho tiempo.

- ¿Y qué ocurrió?-, respondió la niña expectante.

- Un día, viniste a jugar con una pequeña mochila al hombro. No parecía contener gran cosa, pero era bastante pesada. Ese día jugamos y reímos como siempre, pero cada vez que intentaba remontar el vuelo, mis alas protestaban y se fatigaban, porque la mochila pesaba mucho, y al final del día el cansancio se apoderó de mi.

- ¿Y luego qué pasó?

- En los días siguientes siempre venías con tu mochila, que se iba haciendo cada vez más pesada. Cada vez se hacía más difícil levantar el vuelo y cada vez mis alas se cansaban más. Y un día, la carga era tan pesada que ya no pude elevarme del suelo.

Ese día decidimos dar un largo paseo. Juntos, caminamos por la pradera, recorrimos la orilla del río y escuchamos el canto del agua besando a las rocas, al pie de la cascada. Y hablamos, hablamos mucho. De las alegrías y las penas, del amor y el dolor, de los proyectos y los fracasos, de las cosas grandes y pequeñas que componen tu mundo.

Llegó la hora de marchar. Pero antes de hacerlo, me dijiste:

"Caballo, yo ya no tengo tiempo para jugar. Tengo otras ocupaciones. Me necesitan en otro lugar. Otras personas requieren toda mi atención. Pero vendré a visitarte siempre que pueda."

Te vi alejarte de vuelta a tu mundo, soportando el peso de la mochila que doblaba tu espalda, y supe que no te volvería a ver en mucho tiempo.

- Pero yo he vuelto muchas veces a este lugar, y nunca te encontré-, protestó la niña.

- No, mi querida niña; no era a este lugar al que volvías. Tus pasos te llevaban a la gruta de las Sombras Chinescas. Aquel es un lugar bonito, tranquilo y liviano, donde puedes contemplar divertidas aventuras cómodamente sentada mientras, por un rato, dejas de sentir el peso de tu mochila. Pero allí no hay espacio para correr y jugar y volar: solo hay sombras en una pared.

- Pero tú ya no tienes que soportar ninguna carga. Puedes volar libre y sentir el viento en tu rostro. ¿Por qué te quedas aquí?

- Porque me faltan las fuerzas, mi querida niña. Ya no soy capaz ni de ponerme en pie, mucho menos de remontar el vuelo...

- ¿Y eso por qué?

- Porque tú no eres feliz.

Al oir esto la niña se asustó un poquito. En el fondo, sabía que el caballo tenía razón; pero pensaba que nadie se daría cuenta. De repente se sintió un poco azorada.

- Tienes razón, caballo. No se qué hacer para ser feliz.

- Mi niña, no eres feliz porque te olvidaste de amar. Tan ocupada estabas intentando que te amaran, que te olvidaste de hacerlo tú... Creiste, ingenuamente, que atarse a alguien era demostración de amor; pero el amor verdadero no busca atar con cadenas, sino que contribuye a romperlas.


La niña meditó largo rato las palabras de su amigo el caballo. Y luego de mucho pensar, dijo para sí:

"Si me ocupo de mi misma, me olvido de amar, y un manto gris cubre mi corazón. Pero si me ocupo de agradar a los demás, me olvido de mi misma e igualmente un manto gris cubre mi corazón."

Suavemente, como si siguiera sus pensamientos, el caballo relinchó.

Y entonces, la niña comprendió.

Comprendió que lo mejor de cada persona aparece cuando es ofrecido, no cuando se atesora en la oscuridad.

Comprendió que el amor no exige sacrificios, sino que generosamente se ofrece a si mismo.

Comprendió que sólo se ama verdaderamente, cuando se ama al otro igual que a uno mismo, y a uno mismo igual que al otro.


Despertó.

La hoja de papel seguía en blanco. Pero ahora sabía por dónde empezar.

Mientras se disponía a escribir, aún resonaban en su cabeza las últimas palabras del caballo alado: "tal vez sea tiempo de echar un vistazo a esa mochila... y retirar algo de lastre".

A modo de encabezado, escribió la siguiente frase:

"El amor más importante no es el que se recibe, sino el que se da".

miércoles, 16 de marzo de 2011

Nueve razones a favor de la inmigración

Encontré por ahí algo que escribí hace 5 años, cuando se debatía sobre la Ley de Extranjería. Me pareció interesante compartirlo (con unos pequeños cambios).


1. La inmigración nos resulta muy provechosa, como país.
Los inmigrantes son mayormente personas en edad de trabajar. Esto es un gran ahorro para el país, que no tiene que costear su formación. Cotizan a la SS y generan dinero desde el principio. Gracias a ello, las cuentas de la SS están dando superávits en los últimos años (muchos más ingresos, y pocos más gastos asistenciales). Estos buenos resultados estorban las pretensiones de privatización de la sanidad.

2. Las pensiones.
La población española envejece y esto causa problemas en el sistema de pensiones de la Seguridad Social. Los inmigrantes rejuvenecen la población y aportan dinero para las pensiones. También esto es un estorbo a las pretensiones de privatización de las pensiones.

3. Viento fresco.
La sociedad española se está quedando apolillada, enmohecida, demasiado estática. Algo pasa cuando un partido tan rancio como el PP se mantiene 8 años en el poder y sale de él un poco de carambola. En medio del conservadurismo apático que nos rodea, el ímpetu de los inmigrantes supone una nueva referencia para muchos.

4. Puestos de trabajo.
Un argumento que se usa contra la inmigración es que reduce los puestos de trabajo disponibles para los "nativos". Este es un argumento falaz. ¿Acaso se está diciendo que hay un número fijo, limitado, de puestos de trabajo en el país? Entonces la población no podría crecer nunca, ni por inmigración ni por natalidad. Por otro lado, los inmigrantes también son consumidores, con lo que incrementan el mercado y las oportunidades de negocio. Es la voracidad de los banqueros y grandes empresarios la que frena el desarrollo, estanca la economía y destruye puestos de trabajo.

5. "Enemigo" común.
También se argumenta que los inmigrantes cobran menos y ponen menos condiciones para trabajar, y que esto redunda en peores salarios y condiciones para los demás. Ahora bien, estas condiciones no las ponen los inmigrantes, que desde luego preferirían estar en igualdad con los "nativos". Los explotadores imponen distintas condiciones gracias a que se mantiene una diferencia artificial, que desaparecería si todos los trabajadores (inmigrantes o no) hicieran frente común contra la explotación.

6. Visión "clasista".
Al diferenciar entre "locales" e "inmigrantes", se está de hecho aceptando la idea de que hay diferencias entre unos ciudadanos y otros basándose en el criterio de que "siempre han estado ahí". Es el mismo argumento que aplican los poderosos, que mantienen las diferencias con el resto de la población basándose igualmente en el criterio de que "siempre han estado ahí" (en el poder).

7. Reciprocidad.
Las fronteras dificultan el paso de personas en busca de un futuro; también dificultan (mediante aduanas) el paso de mercancías que podrían suponer un futuro para esas mismas personas. Sin embargo, no se pone ningún impedimento al dinero y a las materias primas producto del expolio. ¿Cómo justificar a un tiempo el despojo y la segregación?

8. Países de frontera.
A Europa, baluarte autocomplaciente de los derechos humanos, no le interesa hacer visible la desigualdad de trato hacia los inmigrantes, sobre todo en las fronteras, donde se establecen las condiciones de entrada (indefensión, desigualdad, sometimiento, etc). Las fronteras se trasladan entonces al exterior, "fuera" de Europa. Los gobiernos de países de frontera, como los norteafricanos, conscientes de su papel, no dudan en reclamar su parte del pastel: hacen el trabajo sucio a cambio de dinero, y de este modo la inmigración se convierte en mercancía, en arma de propaganda para déspotas "amigos" de Occidente.

9. Retorno.
Una de las primeras preocupaciones de los inmigrantes, una vez establecidos, es ayudar a sus familias en origen, hasta tal punto que sus aportaciones están llegando a elevar el nivel de vida de regiones enteras. Cada año vemos circular en procesión a cientos de miles de inmigrantes que vuelven a sus países de origen, llevando un dinero, una esperanza y una experiencia que nosotros, europeos bienpensantes con la boca llena de "humanidad", no parecemos capaces de proporcionar.

Está claro que la inmigración es un problema a solucionar en origen. Pero es importante comprender que el problema está siendo generado desde aquí, y que el cierre de fronteras es parte del problema y no puede ser nunca parte de la solución.