martes, 17 de septiembre de 2013

¿Bendición o maldición? Los intrincados caminos de la ciencia

Acabo de aprender una nueva palabra: clatrato. Nunca la había oido hasta ahora; sin embargo es posible que se convierta, como coltán, en una de esas palabras que saltan de la ciencia al conocimiento popular. Sin que quede claro, en ambos casos, si el "salto a la fama" ha sido para bien o para mal.

El coltán es un mineral compuesto de columbita y tantalita y su interés radica en su contenido en el elemento Tantalio, empleado en la fabricación de los condensadores electrolíticos de tantalio, muy apreciados en la electrónica moderna por sus altas prestaciones a pequeño tamaño. Se calcula que el 80% de las reservas mundiales de coltán se encuentran en la República del Congo; pero este hecho no ha resultado ser una bendición para el país sino todo lo contrario: desde 1998 hay una guerra más o menos generalizada, financiada por quienes expolian el mineral en medio del caos y lo revenden a los fabricantes.

El caso de los clatratos resulta algo más elaborado. Un clatrato en realidad no es una sustancia concreta sino una configuración, en la que moléculas de un tipo quedan atrapadas en una red formada por moléculas de otro tipo. Se conocen sustancias de este tipo desde hace unos cien años.

Un clatrato particular es el hidrato de metano. Esta sustancia está compuesta por metano molecular insertado en una red de hielo de agua. El hidrato de metano es conocido de hace unas décadas por estorbar instalaciones de tuberías de conducción en lugares fríos, ya que el metano (altamente inflamable) tiende a liberarse del hielo al superarse los -15ºC. Las obras sobre el hielo de la tundra fácilmente provocan que el hielo superficial supere estas temperaturas.

El repentino interés suscitado por esta sustancia tan particular se debe al descubrimiento de su amplia disponibilidad. Lejos de ser escaso, el hidrato de metano se encuentra presente en la mayor parte de los depósitos de hielo del planeta, y en los fondos de varias plataformas oceánicas (entre 200 y 400 metros de profundidad). Se han estimado unas reservas potenciales de metano atrapadas en el hielo suficientes para cubrir las necesidades energéticas del planeta (al ritmo actual) durante cien años.

El impacto económico de estos yacimientos puede ser bastante notable ya que podría resquebrajar la dictadura de los dueños del petróleo. Economías tan energéticamente dependientes como la japonesa o la india (se han encontrado yacimientos submarinos cerca de sus costas) podrían plantar cara a los dictados del petrodólar si dispusieran de una enorme fuente de energía alternativa lista para usar. Seguramente la ruptura de la doctrina de la escasez supondría una sustancial rebaja de precios.

La parte negativa del asunto viene representada por el impacto ecológico que tendría esta nueva fuente energética. El metano suele considerarse un gas limpio porque los subproductos de su combustión (tan solo agua y CO2) no son especialmente nocivos; sin embargo el CO2 es un conocido gas de efecto invernadero y probablemente el uso del metano incrementaría su producción. Para las políticas de reducción de emisiones, el descubrimiento de todo este metano no es una buena noticia.

Aún peor es el hecho de que el propio metano es un gas de efecto invernadero, con un potencial incluso mayor que el CO2. Aparte de los escapes de gas que se produjeran durante su extracción, el aumento de temperatura global causará también un aumento de temperatura del hielo, provocando mayor liberación del metano retenido a la atmósfera, lo que a su vez retroalimentará el aumento de temperatura global. El efecto puede ser tan acusado que incluso se está revisando el papel que el hidrato de metano pudo haber desempeñado en episodios de cambio climático brusco en el pasado (por ejemplo en las glaciaciones).

A pesar de las lógicas reticencias a su uso, el interés económico es tan grande que la investigación de los métodos de extracción ya está en marcha, hasta el punto de que la explotación de algunos yacimientos podría comenzar tan pronto como 2014 o 2015. Las propuestas de extracción que se han barajado hasta el momento, siguiendo la lógica de explotación del capitalismo, añaden perversión a la maldad por su potencial destrucción directa de los hábitats en los que la sustancia se encuentra. Así, se ha propuesto añadir agua caliente al hielo para aumentar su temperatura, o removerlo con batidoras gigantes para romper las estructuras cristalinas y que el gas se libere. Es una suerte que tales "soluciones" requieran de hecho más energía que la que podría extraerse del gas obtenido.

Y de repente, en medio de tanto despropósito, aparece una propuesta sorprendentemente esperanzadora: reemplazar el metano por CO2. En lugar de simplemente vaciar el hielo del metano que contiene, se trataría de inyectar CO2 de tal modo que sus moléculas sustituyeran a las de metano en la red cristalina. Así se lograría, a un tiempo, extraer el metano a bajo coste mientras se reduce el impacto ambiental y se cancela la deuda de carbono potencial. El método ya se ha probado con éxito en condiciones de laboratorio, y se está preparando un experimento a mayor escala en el hielo de Alaska.

¿Bendición o maldición? A veces, los caminos del progreso humano son intrincados.

jueves, 12 de septiembre de 2013

La Trampa

La gran trampa del Poder consiste en hacernos creer, a cada uno de nosotros, que somos individuos aislados, que nuestra individualidad es nuestro bien más preciado y que cualquier forma de organización implica una pérdida de esa individualidad.

Mientras tanto, el Poder se organiza en complejas estructuras que se apoyan y reafirman mutuamente, dando una imagen de solidez, consistencia y perdurabilidad.

Para completar la ilusión, se hace creer al ciudadano medio que, si se porta bien, tal vez pueda tener acceso a algún privilegio y tener una vida comparativamente mejor que la de sus vecinos o compañeros, pasando éstos a convertirse en sus competidores.

Así, una y otra vez cada uno intenta salvar su propio trasero, compitiendo por unos recursos artificialmente escasos contra aquellos que están en la misma situación que él, siempre sospechando de ellos que están tan dispuestos como uno mismo a traicionar al compañero en aras del propio beneficio. Esa es la sospecha que el Poder se encarga de alimentar continuamente, haciendo creer que la codicia y el egoísmo son condición insoslayable y "natural" del ser humano.

Como tan ácidamente señaló Orwell, el verdadero soporte del sistema es la creencia en que algunas personas son "más iguales" que otras. Cuando uno se considera de alguna manera "más importante" que su vecino, su compañero o su pareja, no hace otra cosa que ayudar a que perdure su propia situación de sometimiento.

¿Quieres sinceramente que esto cambie? Esta es mi recomendación: empieza por ti mismo. Echa un vistazo a tu alrededor. Observa a las personas que te rodean y procura ver, más allá del rol asignado, del competidor, del contrario. Atiende a lo que tienes en común con el otro y que sea eso el núcleo de tu relación con él.

Esta es la reflexión que te dejo: ¿qué vida quieres vivir? ¿la de aquel que, sospechando de todo y de todos, víctima del miedo a ser traicionado queda inmovilizado en su rincón hasta que la muerte le alcance? ¿o la de ese otro que, aún con su inseguridad, sale al mundo a pecho descubierto y sufre a veces la decepción, pero aún así avanza?