viernes, 25 de enero de 2008

Aprender a amar

Me enviaron recientemente uno de esos emails en cadena que tanto me gustan (léase con tono irónico).

Para mi sorpresa, aunque estaba presentado en forma de "diapositivas" y como consignas, el contenido estaba bastante interesante; lo suficiente como para decidirme a transcribirlo aquí (modificando, eso sí, el formato en que me llegó).

El texto original, según la propia presentación, fue extraído del libro Extrañando a Dina, de Mario Alonso Madrigal.

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En el amor, como en cualquier otra cosa de la vida, existen los tropiezos, las caídas y los dolores, y el miedo solamente dificulta más las cosas. Por ello no se debe rogar amor: una relación de pareja no es para vivir angustiado. Enamorarse no es obsesionarse ni irse a los extremos.

Es bueno ser como soy, siempre y cuando eso no implique dejar de respetar a quien esté conmigo.

Los planes pueden desaparecer en un instante, porque el futuro se mueve a su aire, no a mi conveniencia. Si puedo hacer algunas cosas en él, debería estar agradecido y no lamentándome por lo que no pude hacer.

Alrededor del amor se han creado muchas mentiras. Por eso debería dejar de volverle la cara a la verdad sólo para seguir en una falsa comodidad o por miedo al dolor. Si la vida me demuestra que aquello en donde puse mi corazón es una farsa, debo aceptarlo; llorando, desahogándome y renaciendo como una nueva persona.

También el amor propio es importante en una relación, porque...
  • quien no se ama a si mismo, difícilmente amará a otro.
  • la partida de quien quiero no me hará sentir despreciado, humillado o rechazado.
  • no seré tan sensible al abandono.
  • no terminaré creyendo que me dejaron por feo o por tonto, y podré aceptar que simplemente funcionó durante el tiempo necesario.
  • así no me arrastraré como alfombra a los pies de nadie.
Agradar a alguien hoy no garantiza agradarle mañana. Y eso no tiene por qué ofenderme si acepto que a veces las personas no pueden dar más; que quien esté conmigo tiene derecho a no estarlo, y a que yo ya no le guste; que quien amo, tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque a mí no me satisfagan.

A menudo, las cosas se consiguen esperando, y se arruinan presionando. Por eso es necesario tener paciencia, esperar tranquilamente y tener en cuenta:
  • Que la impaciencia es producto de un impulso emocional, que tal vez pronto pasará.
  • Que la impaciencia asfixia a quien está conmigo.
  • Que la presión se puede convertir en falta de respeto.
Tomar una decisión mientras estoy impaciente es peligroso, porque estoy influido por un estado emocional extremo y pierdo toda objetividad, ahí no va mi verdad, sino mi impulso, mi compulsión, y podría hacer algo de lo que me arrepienta. Si soy paciente, además, la espera no será sufriente.

El amor no es, ni justifica, ser posesivo. Que alguien se marche no es perder una pertenencia que me gustaba mucho. Mi pareja no es mía, es prestada, y su dueño tiene derecho a llevársela cuando desee. Y aunque ser dueño de alguien brinde más seguridad que tenerlo prestado, es preciso entender que eso es una ilusión. Aunque la crea mía, no lo es, por lo tanto...
  • No puedo decidir sobre la vida de quien esté conmigo.
  • No puedo esperar que actúe sólo de acuerdo a mis deseos.
  • No debo controlar, manipular, adueñarme, ni decidir su destino.
  • No debo reclamarle a la vida por hacerme devolverle lo que me prestó.

martes, 8 de enero de 2008

Amanecer


No es brusca, ni repentina,
sino gradual y creciente
la llegada de la luz de un nuevo día.
No hay línea divisoria, sino una transición
leve, inasible y al tiempo esperanzadora.
Las nubes y el mar, la atmósfera y más allá la infinita profundidad,
se unen con los seres humanos
en el nacimiento de un nuevo amanecer sobre la Tierra.